Por José
Luís Nunes Martins
publicado em 23 Mar 2013 - 03:00
publicado em 23 Mar 2013 - 03:00
El mal no es una
entidad. No existe por sí solo, no tiene sustancia ni consistencia, no puede
ser visto con los ojos. Es una ausencia de bien –una carencia en el ser. Herida
que corrompe hasta el fondo, albergándose en la intimidad a fin de destruirla completamente
Se trata de algo con una extrema crueldad que desea aniquilar lo que hay de más humano en el hombre: nuestra integridad. El mal se manifiesta en una voluntad potente que pretende elevarse a un estatuto de dios por medio, no de la creación, sino de la destrucción.
La estrategia es intemporal e inmutable: dividir para dominar, fragmentar para empobrecer. Siempre desde dentro, siempre en una base de confianza próxima con la que, sin gran dificultad, alcanza los puentes que componen los fundamentos de nuestro corazón. Así se destruyen identidades, familias, instituciones… así se van deshaciendo las partes del mundo que prefieren los prejuicios que esterilizan la fecundidad del amor.
Mientras el bien crea, reúne y completa, el mal separa, obstruye y fragmenta. Conversión, perversión: la primera produce una verdadera alianza de todas las partes; la segunda hace de cada elemento un rival de cada uno de los demás.
En el universo, un
agujero negro es algo que se consume a sí mismo, al mismo tiempo que absorbe
toda la materia y luz que llega a su alcance. Excelente metáfora de cómo actúa
el mal: un egoísmo que se alimenta de sí mismo, atrayendo hacia sí todo lo que
pasa cerca de él para dominarlo por medio de la anulación.
El hombre es un
escenario donde se debaten el bien y el mal, pues nuestra condición exige, en
cada momento, que cada uno de nosotros decida libremente lo que pretende hacer
de sí mismo. Son muchas las tentaciones que revolotean delante de nosotros,
caminos de aparente facilidad que prometen todo… pero que nunca cumplen lo que
prometen. En el calor del momento, disculpándonos por nuestra no omnipotencia,
cedemos a la maldad… después, y aún sin plena consciencia, atribuimos al
destino lo que fue, al final, de nuestra responsabilidad…
Existen varias formas de mal, muchas de las cuales son completamente extrañas a la voluntad humana, y esas también abren abismos en el mundo… escandalizan aún más porque escapan a cualquier intento de comprensión… El sufrimiento aparentemente gratuito de inocentes es un misterio. ¿Pero será esa la razón suficiente para calificar al mundo de absurdo?
Muchos pensadores juzgan que la existencia del mal es un hecho suficiente para concluir la no existencia del bien. ¿Pero que sería el mal sin el bien? El mal se mide por el bien que destruye.
El mal es la prueba inequívoca de la existencia del bien.
Culpar a Dios por la existencia del mal es una tentación permanente que sirve para el propósito de excusarnos de luchar contra un enemigo que, de esa forma considerado, deja de ser nuestro, pero que, en cuanto adoptamos esa actitud, encuentra las puerta abiertas para la destrucción de nuestra paz. Por otra parte, él nunca derriba puertas…
¿Qué podemos nosotros
contra el mal? Con tiempo y en silencio, cuidar de la integridad de lo que
somos. Nunca con prisas. Nunca con argumentos.
El mal es opuesto a toda especie de pureza… se despliega en tentativas incansables para destruir. Todos los días. Hacer el bien es ser capaz de amar de nuevo siempre. Todos los días. El milésimo día como el primero…
Al respecto de ello decimos que, el mal es siempre fruto de una elección… donde el bien es también siempre una posibilidad… Si es un hecho que podemos concebir un mundo donde sólo existe el bien, no conseguimos siquiera imaginar un mundo donde sólo exista el mal.
Entonces, ¿si el mal no tiene valor, qué sentido puede tener una mala vida?
Sólo el amor da valor, sentido y paz a la vida de cada uno de nosotros.
Es tal la fuerza con la que expresa el autor sus “argumentos”, que tienen una solidez desconocida; son en realidad una descripción de alguien que ha visto, acompañado, quizá sufrido, cada una de las experiencias que cada semana nos ofrece a nuestra consideración, y como un aviso de máxima utilidad en bien nuestro.
ResponderEliminarNo puedo evitar sentir una admiración especial hacia autor de las crónicas, por su claridad, su valor y su generosidad, porque hace falta todo eso para escribir así; y como lo bueno si breve dos veces bueno, entonces hasta la forma de decirlo le acompaña, pocas palabras y sólo las necesarias, bien enlazadas para que expresen sin otras distracciones las cuestiones fundamentales de nuestra vida. Un servicio en los tiempos que corren impagable… Muito obrigado