Por José Luís Nunes Martins
publicado em 29 Abr 2011 - 03:00
publicado em 29 Abr 2011 - 03:00
Normalmente, en
nuestras vidas, tendemos a considerar la situación material en base a los
demás, valorando lo que ganamos y lo que perdemos por encima de todo el resto.
Impropiamente, tememos perder lo que somos, nuestra esencia, en el caso de que
nos sean sustraídos “bienes”.
En los días que corren,
como país, nos tememos muchos futuros, aceptando incluso un “inevitable”
abandono de la identidad común en el desarrollo de esta extraordinaria crisis…
¡como si después de la crisis no viniese nada!
Felizmente, lo que
somos no se altera por la pérdida de lo que tenemos, así como no se altera por
el hecho de pasar a tener más. Se
disimula o se exagera lo que se es, pero siempre y sólo en términos de volumen,
nunca de esencia.
Puede fácilmente
comprenderse que alguien desee tener lo que otro tiene, sean riquezas sean
conocimientos, pero ser otro es algo completamente distinto. Incluso un
desgraciado prefiere ser lo que es, con desgracias, a ser otro, sin ellas. Una
elección viciada entre ser desgraciado y no ser.
En verdad, jamás
dejaremos de ser quienes somos. Podemos cambiar, cambiar mucho, cambiar todo,
pero siempre dentro de una unidad continua y consistente que es el ser de cada
uno.
Somos hombres y, por
mucho que no queramos morir, moriremos, pero abandonar lo que somos, dejar de
existir, eso es cosa absolutamente distinta. Morir es sólo dejar de “tener”
esta vida.
No dejamos de ser quien
somos. Ni con la muerte.
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