viernes, 14 de febrero de 2014

La belleza de las mentiras


José Luís Nunes Martins
Por Jornal i
publicado em 7 Jan 2012 - 03:00

Las palabras son una fuente abundante de confusión. En la mayor parte de los casos, es al hablar cuando la “gente” no se entiende. ¿Cuántos problemas se evitarían si dominásemos el arte del  “ni intentar decir? Quien calla, por lo menos no miente.

Con pocas hipótesis de refutación, el silencio es siempre un buen argumento, prácticamente indestructible si es usado en el tiempo adecuado. Las palabras poco dicen, prometen –pero no cumplen. Sólo la acción expresa la verdad.

Optar por no decir es una de las mejores decisiones. Se oye más y mejor, poniendo la atención en la realidad y no en el normal ensimismamiento de hablar hace olvidar. En la abrumadora mayoría de los casos, las palabras son sencillamente innecesarias, engañan y distraen, se explican y se justifican unas a otras, pero casi nunca consiguen cumplir lo que prometen conseguir: llevar algo de un interior a otro.

Las palabras son cosas de este mundo, viven en las circunstancias, a la vez que el silencio ya señala la presencia de otro mundo aquí. Tal como piedras, las palabras son demasiado duras para significar lo esencial. No se adaptan, alteran la realidad hasta el punto de que pueda ser dicha.

Es, por ejemplo, perturbadora la confianza de los que creen ser capaces de describir el amor que creen sentir… en verdad, o no es amor y cada palabra es un engaño –tanto mayor cuanto más bella flor- , o es amor y, entonces, una mirada basta.

La verdad no depende de la cantidad ni de la cualidad de las palabras que se usan para decirla. La verdad, más que dejarse decir, se escucha… y escucha.

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