José Luís
Nunes Martins
Ser obstinado es un compromiso
serio, muy serio, como la estupidez. Perseverar en el mal, sin desistir de
ello, no es siquiera una conducta digna de la inteligencia más rudimentaria.
Somos lo que seamos capaces
de hacer de nosotros. Hay sueños y tiempos para hacerlos reales, sufrimientos que
soportar en función de las metas que se quieran alcanzar. Una constate lucha
entre lo que somos y lo que podemos ser. Pero hay, en toda esta dinámica un
error que es importante erradicar, so pena de desperdiciar tiempo y esfuerzo en
el sentido opuesto a lo que se debía: la obsesión.
Muchas personas se
consideran obsesivas, como si la obsesión fuese un defecto que se puede y debe
asumir, como si se tratase sólo de una forma de perseverancia que se profesa
con modestia… No. Ser obsesivo es perseverar en el sentido errado. Es saberse
errado y continuar en el mismo camino. Otras veces, el obsesivo es el que se
niega simplemente a analizar y evaluar lo que está haciendo, como si eso fuese
una mera pérdida de tiempo.
El compromiso es
determinante en la plena realización del ser humano en cuanto tal. Las
creencias y convicciones deben hacerse concretas en la vida de cada uno de
nosotros. La fidelidad a la palabra dada es un valor transcultural. Ser fieles
en nuestros compromisos nos honra y dignifica. Nuestra palabra es un momento
que atestigua nuestra identidad, o, por lo menos, permitirá evaluar al final de
forma muy concreta quien somos.
Los actos son más
importantes que las palabras. Pero serían más coherentes y bellos si formaran
parte de un programa soñado, pensado y deseado. Desistir de un proyecto sólo es
errado si se trata de un criterio acertado, que busca el bien; caso contrario,
es la opción correcta. No se comprende como hay gente que valore el carácter de
otro a través de la forma en que se mantiene fiel a una línea de conducta,
independientemente de donde ella le lleve…
Obsesión es esperar
junto a una pared, para que allí haya una puerta. Es estar convencido que todas
las evidencias son apariencias engañosas, y ya que todo apunta en un
determinado sentido, desistir de la idea inicial corresponde a una falta de
integridad.
El compromiso será la
forma más elevada que cualquier hombre tiene de asumir lo que es o quiere ser.
No dejando nunca de, esforzadamente,
repensar todo a cada momento. Manteniendo el rumbo si ese fuera el camino
cierto para el bien; alterándolo en la medida de lo necesario, si con eso el
bien se alcanza más eficazmente; desistiendo, si cada paso o minuto proyectados
nos apartasen del que es el mayor bien: la felicidad.
Ser feliz pasa por un
compromiso personal, una voluntad férrea de no detenerse en dificultades, por
mayores que sean. Pero siempre, sin obsesiones, porque eso es insistir en el
mal, es no percibir que mucho peor que estar errado es querer continuar así.
Ser obsesivo es un
compromiso serio, muy serio, como la estupidez. Perseverar en el mal, sin
desistir de ello, no es siquiera una conducta digna de la inteligencia más
rudimentaria.
La fidelidad hace que
el hombre sea mayor. La obediencia es una de las formas más bellas de ser
libre, porque un hombre puede escoger ser
feliz sirviendo un proyecto que no tiene siquiera que ser suyo… infelices serán
todos cuantos juzgan que la libertad es hacer lo que le apetece, como si fuesen
esclavos de sus apetitos. Quien lucha por sus sueños, sin obsesiones, se
determina a ser mayor, mejor. Y se engrandece inmediatamente, con el primer
gesto, el momento en que la realidad se le somete a voluntad. El momento en que
los ojos se abren y los sueños deben comenzar a cumplirse.
Hay compromisos, sin
ninguna obsesión, que comparten más de una persona, importa en esos casos
pensar en la obediencia como una concesión bella e inteligente, la capacidad de
que disponemos para cambiar nuestra felicidad individual por un sueño, soñado
por más de una persona, cuya concretización supone la multiplicación generosa
de las posibilidades de ser feliz en cada uno de los que comparten el mismo
sueño…
Pero esto será algo
absolutamente imposible de comprender por cualquier egoísta… ¡como lo son
siempre los obsesivos!
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