P. Gonçalo Portocarrero
de Almada
En VOZ DA VERDADE, 19
de Janeiro de 2014:
La persecución
religiosa, el “ecumenismo de sangre” y la unidad de los cristianos.
Es costumbre cuando llega el fin del año civil, desear una buena entrada y un buen año nuevo. Sin embargo, para doscientos millones de cristianos que, según Le Figaro Magazine, del 21 de diciembre de 2013, son perseguidos por razón de su identidad religiosa, esos buenos deseos sólo con gran dificultad se concretarán en 2014.
El Padre George Vandenbeusch, párroco francés en las Camerún, fue secuestrado el pasado 13 de noviembre por guerrilleros del grupo Boko Haram, de Nigeria, donde permanece en cautiverio, es una de las muchas víctimas de la intolerancia religiosa. Según la misma fuente, también están presas las doce monjas griegas ortodoxas que, el 2 de diciembre, fueron expulsadas, por los rebeldes sirios, de su convento de Maaloula y que, desde entonces, permanecen en cautiverio.
También los cristianos de Medio Oriente son objeto de discriminación, por suerte no tan llamativa, pero no menos cruel. Juan Pablo II y Benedicto XVI manifestaron, varias veces, su temor de que, si no cesa el hostigamiento sistemático de los cristianos palestinos por los judíos y musulmanes radicales, la presencia cristiana en Tierra Santa puede desaparecer en breve. El Papa Francisco, que ya anunció su viaje apostólico a los Santos Lugares, en mayo de 2014, hizo el mes pasado, por Twitter, un llamamiento dramático: “No nos resignamos a un Medio Oriente sin cristianos. ¡Recemos, todos los días, por la paz!
Dos observatorios mundiales –la entidad católica “Ayuda a la Iglesia Necesitada” y la organización no-gubernamental protestante evangélica “Puertas abiertas”- estiman que el 75% de los casos de persecución religiosa en el mundo tiene, como blanco, los cristianos. Las situaciones más dramática ocurren actualmente en Nigeria, Libia, Egipto, Sudán, Irak, y en Pakistán –donde aún permanece a Asia Bibi, condenada a muerte por un supuesto crimen de blasfemia que no cometió- y en ciertas regiones de la Unión India. Lo mismo se puede decir de los países comunistas, o sea, China, Corea del Norte y Vietnam. También están en análoga situación los cristianos de Mali, de las Camerún, de la República Centro-africana, de Etiopía y de Siria.
Hermanados por la fe en Cristo, fieles de varias denominaciones cristianas viven ya el “ecumenismo de sangre”, que el papa francisco, en una reciente entrevista al diario italiano La Stampa, definió en los siguientes términos: “en ciertos países, los cristianos son asesinados porque usan una cruz, o tienen una Biblia, y nadie les pregunta, antes de matarlos, si son anglicanos, luteranos, católicos u ortodoxos”.
La unidad de los
cristianos es ya una realidad en el común testimonio del martirio de esos
nuestros hermanos –católicos, ortodoxos y protestantes- que, en el mundo
entero, son perseguidos por su fe. Y si la sangre de los cristianos es semilla
de cristianos, esa sangre es señal de esperanza de una abundante cosecha, en la
certeza de la nueva evangelización.
En pleno octavario de oración por la unidad de todos los cristianos, que todos
los años la Iglesia católica celebra, del 18 al 25 de enero, fiesta litúrgica de
la conversión de San Pablo, recemos más fervorosamente por la cuestión ecuménica,
tan querida por el Concilio vaticano II. La unidad es posible no sólo si los
hermanos separados se unieran a la Iglesia romana, sino en caso de que todos,
también los católicos, nos convertimos de verdad a Cristo y en Él vivimos el
mandamiento de la unidad, condición sin la cual no tiene credibilidad y
eficacia apostólica el mensaje cristiano.
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