Una visión de la muerte que hoy, precismente, me reanima:
¿No
podría pensarse esta vida como un complejo escenario —mucho más conflictivo y
doloroso que la idílica vida fetal— en el que se pusiera a prueba, como a los metales
en la forja, nuestro propio temple de ánimo, nuestro valor y nuestra
inteligencia, y sobre todo nuestro anhelo?
…………….
La vida se oscurece o se ilumina desde el sentido
que concedemos a la muerte. El último
suspiro de esta aventura que somos es decisivo. Según sepamos anticiparlo
adquiere nuestra vida su propia radiación. En la modernidad más reciente
prevalece un dogma: esta vida es única. Carece de continuación. No hay lugar a
la deseada repetición que el gran filósofo y teólogo danés, Sôren Kierkegaard, proyectaba sobre la
vida eterna.
………………
Quizás sea eso la muerte: el inicio del más
arriesgado, inquietante y sorprendente de todos los viajes. Sé que estas ideas
chocan de modo frontal con los dogmas de la sabiduría convencional. Se ha ido
imponiendo, como si fuese una evidencia, la convicción de que tras esta vida
nada existe. O que la nada es lo único que nos espera.
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«La
muerte no es más que el resultado de nuestra indiferencia ante la inmortalidad»
(Mircea Eliade). «¿Qué es nuestra vida sino una serie de preludios de una
canción desconocida cuya primera y solemne nota es la muerte?» (Franz Liszt).
El gran viaje, POR EUGENIO TRÍAS
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