Por José Luís Nunes Martins
Quien tiene esperanza no queda a la espera. La esperanza es
poética, pero exige acción. El valor de un hombre depende de lo que su voluntad
libre fuera capaz. No de lo que piensa o de lo que dice, sino de lo que hace.
Cada gesto es una creación que expresa, construye y define… a su autor.
La esperanza de un
hombre es siempre la fe en sí mismo, una confianza en lo mejor de sí, una
convicción de que hay una perfección posible… en un mundo más allá de la apariencia.
Es una respuesta a una llamada de bondad, a un designio que
sobrepasa las barreras del tiempo y del espacio y que es, al final, nuestra
razón de ser, nuestro último final… lo infinito en nosotros. Hay un coraje que,
emerge de la firmeza del alma ante todos los sufrimientos del camino, nos lleva
desde donde estamos a donde queremos, debemos y merecemos ser. La virtud de la
creación humana, encaminada a la perfección.
La espada de amor que se yergue contra el miedo… la
esperanza. Cada hombre es una voluntad de ser verdad y amor. Pero, son muchos
los que, tendiendo la felicidad interior
a su alcance, la sustituyen por los
placeres del momento de este mundo engañador… después, desconfían de los otros,
porque no confían siquiera en sí mismos… son consumidores.
No edifican nada, sólo se destruyen, porque sus sueños son
finalmente pasajeros, mentiras, no las verdades que les darían alas para franquear las montañas de su egoísmo.
Feliz el hombre que, habiendo sido llamado por su esperanza,
obedece.
Salió, sin saber a donde iba. En la certeza absoluta de que
ese era su camino. El camino para sí. El camino para el cielo.
Francamente, todos sabemos que Dios creó al hombre a imagen y semejanza suya, pero que el camino de regreso, en busca de la felicidad verdadera, es cuestión de fe, sacrificio y voluntad, pocos lo expresan de esta manera tan concreta, inspirada y programática. Muito obrigado.
ResponderEliminar