martes, 28 de enero de 2014

¿Antes todo era malo, y ahora todo es bueno?



Caballeros valientes y princesas encantadas son, por lo tanto, excelentes metáforas que pretenden traspasar la idea de coraje y de nobleza de carácter esenciales a quien ama.
Esta lucha heroica por el valor de la esencia de otro no está al alcance de todos. La mayor parte de las personas son egocéntricas, se alegran al trenzar sus egoísmos en figuras improvisadas de resultado siempre disforme... Tal vez porque así consiguen disfrazar el vacío que es la prueba de cuan frustrante, frívolo, e inútil es su paso por este mundo.” José Luis Nunes Martins

Mientras leía ayer la hermosa y profunda crónica de José Luís Nunes Martins sobre el amor y la vida, o, sobre la vida y el amor, me vino a la memoria un pensamiento que me asaltó en un momento de esos en que oyes tantas y tan malas noticias, y tan variadas, de cerca y de lejos, de todas partes, de ricos y de pobres, y de la gente corriente, que no puedes dejar de ver lo mal que está el mundo, en general, y en el entorno cercano, y quizá en ti mismo, si eres una de esas víctimas de la crisis, directamente, por solidaridad o cercanía.

Como digo, no pude por menos de pensar en aquel momento: “si la gente tuviera miedo, no pasarían estas cosas”.

Nos han hecho creer que los cuentos clásicos eran malos, porque los niños sufrían con los protagonistas sus calamidades y temores. Nos han hecho creer que la religión es mala, porque los curas sólo nos hablaban del infierno. Con el miedo  dominaban nuestras conciencias, los padres y los curas, y nos privaban de ser libres y felices.

Antes todo era malo, y ahora todo es bueno, porque somos “libres”. Realmente hemos escuchado la voz del mal, y nos hemos desprotegido frente a sus adulaciones. Ahora nos tiene en sus manos, y nos cansamos de todo, y nos tememos y nos enfrentamos unos con otros, porque no sabemos utilizar la libertad sólo en nuestro bien y en el de todos.

Y lo peor es que,  muchos  han quemado las naves, o han olvidado el camino de regreso a la seguridad de la casa, de la familia, de la fe en Dios Todopoderoso, para poder aprender a vivir como corresponde en cada etapa de la vida. Como niño experimentando los sinsabores que ofrece la vida con juegos, bajo la protección paterna, para pasar entrenado a las pruebas verdaderas que se le  pueden presentar en la adolescencia y la juventud,  sabiendo bien que nuestros actos tienen consecuencias, y así ir eligiendo el camino mejor entre tentaciones, aspiraciones y deberes. Y así  llegar a la madurez en condiciones de dar lo mejor de sí mismo como persona particular, como ciudadano y profesionalmente.

Entregarse, hasta dejarse absorber por el bien. Renunciar al egoísmo en beneficio del bien común. Con estos mimbres nos saldría otra sociedad, más acogedora.


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