lunes, 20 de enero de 2014

¡Déjenlo entrar!


P. Gonçalo Portocarrero de Almada
en VOZ DA VERDADE de 15-12-2013

En esta Navidad, ofrezca su regazo a quien no lo tiene.


En aquella mañana lluviosa y triste, la afluencia de pasajeros a los autobuses urbanos fue mayor, varias veces al día hacían el recorrido entre un barrio y el centro de la ciudad. El conductor, cansado ya por las horas de servicio al volante del potente vehículo, parecía malhumorado. Los pasajeros, en un mutismo matinal, mostraban también caras de pocos amigos, indiferentes ante el paisaje cotidiano, perdidos en abstracciones dando vueltas a sus habituales preocupaciones.

El ambiente se crispó cuando dos personas, a propósito de un sitio vacío, comenzaron una acalorada discusión. Ambas pretendían el asiento, al que cada cual se creía con más derecho. Cuando el pasajero mayor invocaba su edad, la otra candidata pretendía haber sido la primera en ver el sitio vacío. El conductor, siendo la única autoridad presente, intentó apaciguar los ánimos, pero sin éxito. Hubo pasajeros que tomaron partido, ora por la persona de mayor edad, ora por la otra de mediana edad que, más rápidamente, ocupó el lugar disputado para, como hecho consumado, acabar con la discusión, pero su actitud suscitó un coro de voces indignadas.

Entre tanto, el autobús se paró y se inmovilizó en más de una parada. Descendieron algunas personas y, después, entró una joven madre, que traía envuelto en un chal a su bebé. A pesar de la falta de lugares libres y de la reciente discusión, de la que aún se oían algunos ecos, dos o tres personas se levantaron y la mujer, agradecida,  pudo sentarse con el hijo en el regazo. El pequeñito, de tez rosada y ojos muy vivos, miraba para todo y para todos con mucha atención. Inquieto, sólo se sosegaba cuando su vista se cruzaba con la de su madre, el único rostro que le era familiar.

En aquel ambiente tenso y frío de una mañana cualquiera, oscura y aciaga, todo parecía sombrío, pero la presencia de aquel bebé logró que las caras serias de los trabajadores se relajaran y que sus labios circunflejos se abriesen en discretas sonrisas. Fue como si un rayo de sol entrase en aquel espacio y el azul del cielo luciese en los corazones de aquellas mujeres y hombres, que parecían condenados a la dura esclavitud de un trabajo servil. Un milagro escondido en un niño recién nacido.

La Navidad es Dios presente en una sonrisa de amor. El Omnipotente se hizo visible en la flaqueza del más pequeño ser humano. Inerme, Él desafía el poder de los poderosos. Pobre, É se ríe de la opulencia de los ricos. Perseguido e ignorado, se hizo hermano de todos los indigentes y humillados, porque los parias de este mundo no están olvidados de Dios.

En el silencio de su voz, Él habla del amor del Padre. Su mudez calla las discusiones, su sonrisa destruye los resentimientos, su mirada limpia purifica las conciencias, une las familias y pacifica las naciones. Porque su mano, pequeña pero poderosa, bendice al mundo.

En esta Navidad, cuando Él llegue y llame a la puerta de su casa, déjeLo entrar. PrepáreLe, por el sacramento de la penitencia, un lugar en su corazón, porque es ahí, por la Eucaristía, donde Él quiere nacer de nuevo. Y, después, haga un alto en su vida, abra sus brazos y ofrezca su regazo a quien aún no tiene. Porque ese niño sin nadie es, como Jesús, hijo de Dios, pero precisa, aquí en la tierra, de un padre también.

*Para el Refugio Aboim Ascensão, con mucho aprecio y amistad.



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