domingo, 19 de enero de 2014

Elogio de la discreción o el arte de desaparecer


Isabel Baptista


 En un registro algo paradógico, me gustaría compartir con vosotros dos de las lecturas que más me marcaron en la despedida de año viejo. Me refiero a la obra de Pierre Zaoui (La Discrétion, 2013) y la entrevista a Mia Couto à Página da Educação (edição de Inverno, 2013).


Recordando a los grandes maestros clásicos, el filósofo francés  nos propone una reflexión deliciosa sobre el tema de la “discreción” donde, a la par que una cierta evocación del placer baudelariano asociado a la figura del “flâneur”, encontramos el elogio de la actitud de reserva personal o “arte de desaparecer”.

Creo que estaremos de acuerdo, en una sociedad terriblemente “preformativa” y extraordinariamente sofisticada en lo que se refiere a la posibilidad de mediación expresiva, este tipo de pensamiento asume un carácter eminentemente ético y político.

Vivimos en una aparente carrera “contra el tiempo”, cada vez más obcecados con la necesidad de “aparecer”, de producir “evidencias” y de adquirir capital social, confundiendo así, y con demasiada frecuencia, “reconocimiento” con “visibilidad” o “relación” con “conexión”.

En este contexto, gestos tan simples como escoger estar solo, decidir “no aparecer” o atreverse a dejar pasar el tiempo despreocupadamente, viviendo la plenitud del momento, sin nada para mostrar, sin nada para probar, representan un acto de resistencia y soberanía.

Nótese, sin embargo, que no se trata aquí de negar u oscurecer el poder de la autoría del sujeto, pero sí de afirmar la capacidad de distanciamiento o desprendimiento como condición de una decisión subjetiva y cívica más consciente, más libre y más equilibrada.

Por otro lado, decir discreción no es lo mismo que decir engaño o hipocresía. Bien lo contrario, es de autenticidad de lo que se trata cuando escogemos el encuentro con nosotros mismos, potenciando el diálogo reflexivo con nuestra “sociedad interior”.

Por esta razón es como afirma a su vez Mia Couto, que lo que precisamos hoy no es “más tiempo”, pero sí de un tiempo que sea realmente nuestro, un tiempo modesto, íntimo y silencioso. Un tiempo que, pudiendo sugerir reclusión, constituye, en verdad, una experiencia de apertura infinitamente preciosa.

Cuando nos permitimos vivir fuera del escrutinio público, descubrimos un mundo mayor, más bello y más misterioso. Por extraño que parezca, este descubrimiento interior nos hace más próximos del prójimo y más capaces de escoger y valorar su desconcertante alteridad.


2 comentarios:

  1. No he podido resistir la tentación de pubicar este artículo o post. Es tan oportuno para mi, tan sencillo y claro, que me parece un regalo extraordinario que quiero compartir, al azar, a quien lo necesite, o quiera disfrutar de una buena lectura.

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  2. Pienso! deberian o creo saldrán más textos como el de Pierre Zaoui, porque esta época del narcisismo digital, la intromisión en tu vida por todo tipo de redes sociales, la dinámica de comunicación entre la gente ya esta tan carente del buen hacer de la discreción, de la madurez del saber respetar los limites de los demás... que ya toca saltar la época de las estrategias maquiavélicas y pasar a la paz interior y el generar buen aura alrededor de uno, en familia, amistades, trabajo... Yo quiero saber más sobre discreción, incluso si roza la estrategia tipo Baltasar Gracian.

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