Isabel Baptista
Recordando a los
grandes maestros clásicos, el filósofo francés nos propone una reflexión deliciosa sobre el
tema de la “discreción” donde, a la par que una cierta evocación del placer
baudelariano asociado a la figura del “flâneur”, encontramos el elogio de la
actitud de reserva personal o “arte de desaparecer”.
Creo que estaremos de acuerdo, en una sociedad terriblemente “preformativa” y extraordinariamente sofisticada en lo que se refiere a la posibilidad de mediación expresiva, este tipo de pensamiento asume un carácter eminentemente ético y político.
Vivimos en una aparente
carrera “contra el tiempo”, cada vez más obcecados con la necesidad de “aparecer”,
de producir “evidencias” y de adquirir capital social, confundiendo así, y con
demasiada frecuencia, “reconocimiento” con “visibilidad” o “relación” con “conexión”.
En este contexto,
gestos tan simples como escoger estar solo, decidir “no aparecer” o atreverse a
dejar pasar el tiempo despreocupadamente, viviendo la plenitud del momento, sin
nada para mostrar, sin nada para probar, representan un acto de resistencia y
soberanía.
Nótese, sin embargo,
que no se trata aquí de negar u oscurecer el poder de la autoría del sujeto,
pero sí de afirmar la capacidad de distanciamiento o desprendimiento como
condición de una decisión subjetiva y cívica más consciente, más libre y más
equilibrada.
Por otro lado, decir
discreción no es lo mismo que decir engaño o hipocresía. Bien lo contrario, es
de autenticidad de lo que se trata cuando escogemos el encuentro con nosotros
mismos, potenciando el diálogo reflexivo con nuestra “sociedad interior”.
Por esta razón es como afirma a su vez Mia Couto, que lo que precisamos hoy no es “más tiempo”, pero sí de un tiempo que sea realmente nuestro, un tiempo modesto, íntimo y silencioso. Un tiempo que, pudiendo sugerir reclusión, constituye, en verdad, una experiencia de apertura infinitamente preciosa.
Cuando nos permitimos
vivir fuera del escrutinio público, descubrimos un mundo mayor, más bello y más
misterioso. Por extraño que parezca, este descubrimiento interior nos hace más
próximos del prójimo y más capaces de escoger y valorar su desconcertante
alteridad.
No he podido resistir la tentación de pubicar este artículo o post. Es tan oportuno para mi, tan sencillo y claro, que me parece un regalo extraordinario que quiero compartir, al azar, a quien lo necesite, o quiera disfrutar de una buena lectura.
ResponderEliminarPienso! deberian o creo saldrán más textos como el de Pierre Zaoui, porque esta época del narcisismo digital, la intromisión en tu vida por todo tipo de redes sociales, la dinámica de comunicación entre la gente ya esta tan carente del buen hacer de la discreción, de la madurez del saber respetar los limites de los demás... que ya toca saltar la época de las estrategias maquiavélicas y pasar a la paz interior y el generar buen aura alrededor de uno, en familia, amistades, trabajo... Yo quiero saber más sobre discreción, incluso si roza la estrategia tipo Baltasar Gracian.
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