viernes, 24 de enero de 2014

¿Familias de plástico? No, gracias


P. Gonçalo Portocarrero de Almada

No PÚBLICO, de 27-6-2013:


En el centro de la cuestión sobre la adopción está la noción de familia. Algunos la entienden como una realidad natural, irreformable en su esencia, pero para otros la familia es un producto esencialmente cultural y, por lo tanto, susceptible de adaptación a nuevas realidades sociales y políticas.

De hecho, la Familia romana no coincide con la medieval, ni ésta con la actual. La familia pagana, por ejemplo, admite el divorcio y el aborto, pero la cristiana exige la indisolubilidad del vínculo y el respeto por la vida humana desde su concepción.

A pesar de todo, tanto en la Roma pagana, como en la Edad Media cristiana, como más modernamente, la familia es siempre entendida en función del matrimonio, o sea, de la unión estable de un hombre y una mujer. En la antigüedad clásica, aunque la homosexualidad fuese aceptada y hasta socialmente prestigiada, nunca se admitió que la unión de dos personas del mismo sexo fuesen matrimonio. No por un preconcepto cultural, o religioso, que no lo había, sino por una razón de orden natural. Tampoco el resto del mundo y desde siempre, no obstante la diversidad de las culturas y religiones, la familia surge de la unión de personas de diferente sexo. Por eso, el 97% de uniones estables son entre hombre y mujer, mientras que sólo alcanza el 3% entre personas del mismo sexo.

¿Por qué? Porque sólo la unión del hombre con la mujer es conyugal y principio de vida. No se trata, por tanto, de una característica de una época o de un lugar, ni de una imposición ideológica o trascendente, sino de un imperativo de naturaleza humana, que es perenne y universal. En consecuencia, es la naturaleza la que exige la complementariedad de femenino y masculino, para el bien de los cónyuges y de la procreación. Esto es el matrimonio natural, que es e fundamento ecológico de la familia.

Otra cosa son las uniones no naturales, que son, de por sí, infecundas. Pero, como pretenden ser como las familias, quieren tener hijos y, por eso, recurren a la adopción. Es humano dar un padre y/o una madre a quien no lo tiene, porque es natural tener un padre y una madre. Pero no es natural tener dos madres o dos padres, como tampoco es natural tener un niño a quien opta por una unión que, como es obvio, necesariamente excluye la procreación. Más todavía, la procreación médicamente asistida no es, precisamente, lo mismo que un método de inseminación artificial.

¿Cómo se han de llamar, entonces, estas familias? Si naturales no son, sólo pueden ser artificiales. Pero, una “familia artificial” es como una “flor de plástico”: si es de plástico, no es una flor. Una familia artificial no sólo no es natural, como tampoco es una verdadera familia, sino un sucedáneo o una imitación. Por el contrario, lo que es genuino, como el casamiento y la familia natural, es verdadero y, por lo tanto, necesariamente bueno.

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