Por Gonzalo
Portocarrero Almada
publicado el 17 de Nov de 2012 - 03:00
publicado el 17 de Nov de 2012 - 03:00
Son tres las
principales matrices de la identidad europea: la filosofía griega, el derecho
romano y la espiritualidad cristiana. Pero, si las dos primeras son relevantes
en términos culturales y políticos, respectivamente, la tercera es, por así
decirlo, el alma de Europa.
Es un lugar común
afirmar la crisis institucional del país y del continente europeo. Portugal, es
también Europa, parece una familia desavenida donde, hay escasez de pan, todos
protestan y ninguno tiene razón.
Los portugueses, en
general, no quieren el desprestigio de sus instituciones, ni de sus gobernantes,
por ellos elegidos democráticamente, muy al contrario ciertas fuerzas sectarias,
con la cobertura de algunos órganos de contra información, trabajan en sentido
contrario. Pero son sólo excepciones que confirman la regla y a la que no se
debe prestar, por eso, demasiada atención.
La refundación nacional,
sea la que fuere, no puede ser hecha contra Europa, que es, se quiera o no, la
patria de nuestra patria. Y es también de donde, en esta hora difícil, nos viene
la ayuda necesaria para el resurgimiento nacional.
El pueblo es sereno y de
costumbres moderadas, gracias a Dios. Pero
no basta. Es urgente que renazca, de las cenizas de los egoísmos individuales y nacionales, una nueva cultura humanista y
una política verdaderamente solidaria, o sea, un renovado espíritu cristiano. Porque
esta es la “victoria” que vence al mudo: nuestra fe” (1Jo 5,4).
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