Por Gonçalo
Portocarrero de Almada
publicado em 18 Maio 2013 - 07:00
publicado em 18 Maio 2013 - 07:00
Nuestra Señora de Fátima,
por otro nombre María de Nazaret, y Vladimir Ilitck Ulianov, más conocido como
Lenin, tienen algunas curiosas afinidades, que, si no fueran meras
coincidencias, son inquietantes manifestaciones de un designio trascendente.
El primer hecho que los relaciona es la “conversión de
Rusia”, que ambos, aunque de forma diametralmente opuesta, se propusieron
realizar. Lenin, a través de la revolución de noviembre de 1917, convirtió el
imperio ortodoxo de los zares en la atea URSS. María, el 13 de julio de 1917,
también se propuso convertir a Rusia… ¡pero en un sentido contrario! No es extraño
que un revolucionario quiera convertir un estado cristiano en un país ateo,
¡pero tiene que saber que alguien quiere convertir en una sociedad cristiana un
país que ya lo es, porque sabe que, entretanto, va a dejar de serlo! Por esto, ¡a
estas alturas nadie podía suponer necesaria la conversión de Rusia, para volver
a ser lo que en otro tiempo había sido! ¡¿Habrá sido mera casualidad que, antes
de aparecido el mal, ya hubiese sido anunciada la cura?!
La segunda coincidencia
se produce el 13 de mayo de 1917, día de la primera aparición en Cova de Iria y
fecha en que Lenin proclama el “credo ateo”. Esta su profesión de fe atea –Dostoieviski
dice que los rusos tienen tanta fe que incluso algunos son ateos- fue provocada por el asesinato en Sanpetersburgo,
la futura Leningrado, de una profesora y de los niños a quienes daba
catequesis.
¿Meras coincidencias?
Tal vez. Pero para la ciencia como para la fe, no hay casualidades. Lo que la
razón humana no consigue explicar científicamente, la fe entiende que puede ser
una manifestación de la providencia que, como alguien dijo, es Dios cuando viaja de incógnito por los caminos de
los hombres, haciéndolos divinos.
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