Gonçalo
Portocarrero de Almada
jornal i - 28 de Dezembro de 2013
jornal i - 28 de Dezembro de 2013
Es una costumbre que, al finalizar Diciembre, se hagan cuentas del año transcurrido. Diarios, radios y televisiones hacen su selección de sucesos y personajes que, a su entender, más influyeron en los últimos doce meses. Esas síntesis, sobre todo cuando inciden en los hechos más dramáticos, resumen un trago amargo sobre el desorden del mundo y nuestra impotencia para remediarlo.
También en el ámbito de las naciones y de las familias se procura hacer un resumen de los datos más sobresalientes de nuestro pasado colectivo reciente, nacional y familiar. Estos hechos, aún más prosaicos, como nos son más próximos, son también los que más nos tocan, porque han acontecido en nuestra tierra o familia.
Es verdad que la
dolencia del vecino nos afecta más que una tragedia asiática, pero es
natural que, no pudiendo prestar a todos
la misma atención, nos centremos en aquellos que, por estar más cerca, son
nuestro prójimo más próximo. Sólo por su intermedio se puede llegar, al final,
al todo universal. Un amor a todos, que no lo sea a alguien, no es caridad,
sino una vana utopía filantrópica.
A nivel individual, este tiempo de final de año convida a una reflexión más profunda. Nada se altera, con todo, porque la terminación de año se modifica: sólo se da verdadera mudanza si hubiera una auténtica conversión personal. Pensar que el nuevo año es también un año nuevo es mera superstición: solamente la realidad de un nuevo corazón puede renovar la vida del mundo.
Nadie puede, solo, cambiar todo el mundo, pero hay algo que todos podemos y debemos cambiar: nuestra vida. ¡Si cada uno da, ahora, ese salto de cualidad, tendremos en 2014 familias más felices, un país renovado y un mundo mejor!
A nivel individual, este tiempo de final de año convida a una reflexión más profunda. Nada se altera, con todo, porque la terminación de año se modifica: sólo se da verdadera mudanza si hubiera una auténtica conversión personal. Pensar que el nuevo año es también un año nuevo es mera superstición: solamente la realidad de un nuevo corazón puede renovar la vida del mundo.
Nadie puede, solo, cambiar todo el mundo, pero hay algo que todos podemos y debemos cambiar: nuestra vida. ¡Si cada uno da, ahora, ese salto de cualidad, tendremos en 2014 familias más felices, un país renovado y un mundo mejor!
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