miércoles, 29 de enero de 2014

La política de Nuestra Señora de Fátima


 Por Gonçalo Portocarrero de Almada
publicado em 6 Jul 2013 - 05:00


Habrá quien no aprecie a Nuestra Señora de Fátima por achacarle a esta “santiña”, que al contrario de otras homónimas suyas, es muy “política” e, incluso, una anticomunista un poco primaria.

Es verdad que las apariciones en Cova de Iria desestabilizaron a la ya muy inestable primera república portuguesa. Hubo, en el inicio, quien temió que todo fuese un montaje anticlerical, para desacreditar a la Iglesia y desencadenar nuevas persecuciones. Una Nuestra Señora que, más que interferir en la Republica, se pronuncia sobre la Guerra Mundial y el fin del comunismo soviético parece, en consecuencia, demasiado política, sobre todo para quien sólo tolera los santos en los desvanes de las sacristías.

Para poner término al conflicto internacional y evitar la expansión del comunismo, María no se dejó ver por los políticos, no se mostró a los ejércitos, no intervino en los parlamentos, no envió mensajes a los jefes de Estado. Se apareció a tres niños analfabetos y les pidió un imposible, sin otros medios que la oración y el sacrificio.

No son sólo los titulares de cargos públicos, los jefes de los partidos, los agentes económicos y los dirigentes sindicales los protagonistas de la política: todos lo somos, porque todos tenemos el derecho y el deber de participar en lo que a todos merece respeto. Algunos, es cierto,  actuando directamente en las estructuras del poder; otros, interviniendo directamente a través de su acción social; casi todos, participando en los actos electorales. Pero, para un ciudadano creyente, más allá de estos medios humanos, que no debe descuidar, hay una intervención más eficaz: la oración. Para un cristiano, pedir a Dios por los gobernantes y agradecer su servicio es un deber religioso y una actuación política muy importante.


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