domingo, 26 de enero de 2014

Los males de la omnipotencia y de la autoestima



Por José Luís Nunes Martins
publicado em 11 Maio 2013 - 07:00

No nacemos solos ni para estar solos. La base de nuestra infelicidad es el deseo de no hacernos a nosotros mismos felices.



Hoy día existen  dos ideas que van ganando fuerza en el mundo y que amenazan con destruir toda nuestra estructura interior. Una idea es que todo está al alcance de todos, o sea, que cualquier persona puede hacerlo todo;  otra, la de que una cosa a la que llaman autoestima es la base esencial de nuestro bien estar. Se trata de embustes tan sutiles que no nos damos cuenta del mal que contraeríamos  al seguir estas líneas de pensamiento tan aparentemente inocentes …

Nadie puede hacerlo todo. No tengo capacidad o posibilidad para decidir llevar mi vida por una infinidad de opciones, soy un ser limitado en el tiempo, en el espacio, con un contexto más o menos definido … Pensar que yo puedo ser quien yo quiero ser es, de hecho, un disparate tremendo, en la medida en que eso establece un horizonte engañador, una ilusión mala. Es claro que no podemos hacer todo, ¡ni la mitad! Pero podemos y debemos ser felices dentro de  nuestras posibilidades reales, porque se puede siempre vivir feliz. Siempre. Incluso y principalmente en los días y las noches en que es la propia tristeza la que nos aborda y adormece…

La autoestima no es la base de la identidad ni de cualquier relación. Tal vez la base, sí, pero de algo maléfico… porque aquel que se basta a sí mismo anda en sentido opuesto a lo que debía. El ser humano sólo se encuentra a través de compartir, de ayudar al prójimo, del amor… nunca en actividades de autosatisfacción donde el placer propio es el fin que se desea.

Hay cada vez más gente que procura la autoayuda por aquello que llaman problemas de autoestima… ahora, más allá de la evidente contradicción que aquí se manifiesta (procurar echar a la autoestima), eso merece una reflexión ligeramente más profunda. ¿Será que la raíz de este mal hecho de soledades no es la idea de que podemos todo? ¿casi como si fuésemos dioses? Alguien que se convence de que tiene todo a su alcance y  después se da cuenta de que tiene sólo una migaja de eso, ¡se deprimirá necesariamente!

Lo que parece absolutamente perverso es que las personas que así parten en busca de tal auto-ayuda encuentren como línea maestra la idea de que… imagínese: ¡todo está a tu alcance! ¿Tú puedes hacer y ser todo! Tu vida puede llegar a ser solamente una sucesión de alegrías… Comienza por desear y orienta tu vida en ese sentido… ahora, ¡esto asusta! Porque la vida de quien piensa así tenderá, inexorablemente, a empeorar aún más a medio plazo…

Lo que las personas buscan en realidad no es la autoestima sino el amor. Todos tenemos una especie de guarda compartida de nosotros mismos. Necesitamos al otro, precisamos del amor que le podemos dar siempre. Pero, es ahí donde encontramos lo que nos permitirá desbordar el corazón… cuando la felicidad del otro acontece. Cuando él es feliz, ¡¡¡nosotros lo seremos también!!!

No nacemos solos ni para estar solos. La autoestima es un embuste, tan contradictorio como el amor propio… nuestros brazos, abrazos, sonrisas y corazón son para dar… no sirven para nada bueno a nosotros mismos. Si queremos ser felices precisamos de los brazos, abrazos, sonrisas y el corazón de alguien… son nuestras carencias las que nos dan acceso al infinito.

La base de nuestra infelicidad es el deseo de hacernos a nosotros mismos felices. Entreguémonos a quien ama, a Dios y a todos los que con nosotros entrelazan, de las más variadas formas, sus vidas.

Nadie se ama a sí mismo. No podemos todo. Pero podemos, y debemos, se felices olvidándonos de nosotros mismos y amando de forma pura y simple. Sin la lógica de la reciprocidad. Eso es todo cuanto necesitamos para vivir una vida llena de una alegría profunda. Entre muchos días y noches de tempestades…


Cuando nos damos a los otros nos recibimos a nosotros mismos.


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