Por Gonzalo
Portocarrero Almada
publicado el 22 de diciembre de 2012 - 03:00
publicado el 22 de diciembre de 2012 - 03:00
Muy en buena hora el
nacimiento de Jesús se anuncia en el evangelio de Lucas, que no refiere la
presencia de los Magos, generalmente no se omiten estos enigmáticos personajes que
Mateo refiere en su relato. Poco se sabe de la identidad de la proveniencia de los Magos, ni de lo que
fue de ellos después de aquel extraordinario encuentro con el Rey de los judíos.
Curiosamente, este título, dado por ellos al recién nacido, es el mismo que
constará en la cruz.
Los Magos eran los
sabios de aquel tiempo. Su presencia junto al Niño Dios es significativa del
homenaje que la inteligencia debe prestar al Creador, alabándolo. Porque el
misterio no humilla a la razón, antes la sublima y la eleva donde, por si sola,
jamás se podría elevar. Eran sabios y por eso leyeron las señales de los
tiempos: la sabiduría, al final, no es más que un mirar más atento y penetrante
sobre la realidad. Muchos vieron la estrella, pero solamente ellos
comprendieron su significado y se pusieron en camino. Los ignorantes, como no
saben nada, ni quieren saber lo que no
saben.
Los Magos, como eran
sabios, sabían mucho, pero también sabían que no sabían todo. Conscientes de su
ignorancia teológica, al llegar a Jerusalén preguntan por el lugar del
nacimiento de Jesús. Sabia fue también su decisión de acatar la docta respuesta
de los peritos en la ciencia que no era la suya.
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