martes, 14 de enero de 2014

“Inhumano, desgraciadamente”



Por Gonçalo Portocarrero de Almada
En el Sol


En “Antinatural, felizmente” (Sol, 21-6-2013), la Doctora Isabel Moreira defiende que el Derecho no se debe duplicar las leyes de la naturaleza, reducto de oscurantismo, de antifeminismo y de homofobia. En su autoritaria? opinión, fue el Derecho natural el que frenó o hizo avanzar  la ciencia y  la legislación, “justificando la diferencia entre negros y blancos, que no podían casarse, porque era contrario a la ley de la naturaleza”. Exige por eso que se pase “para la ley lo que la ciencia permite”, especialmente en lo que respecta a la procreación médicamente asistida, que reconoce ser “contra las leyes de la naturaleza”, pero “todavía mejor,  más valía dejar fuera (a parte) la ciencia y el derecho”. Todo esto para concluir, como no podía ser de otro modo, por el bien de la concepción.

No interesa el debate jurídico, las ya habituales acusaciones de intolerancia, oscurantismo, antifeminismo y homofobia, con que son cariñosamente tratados los opositores a las reivindicaciones del lobby LGBT. Pero es extraño que la referida constitucionalista, en un desliz científico que indica alguna insuficiencia antropológica, se rebele contra la “diferenciación entre negros y blancos” que, salvo mejor opinión, es evidente para cualquier mortal que no sea daltónico. Que la prohibición de los casamientos interraciales fue dictada por las odiosas leyes de la naturaleza es poco probable, porque es precisamente la común naturaleza de todos los seres humanos, cualquiera que sea su raza, el fundamento del derecho natural al casamiento. Por otra parte, el racismo es profundamente antinatural, felizmente.

Entiende también que las leyes de la naturaleza son un obstáculo para el desenvolvimiento de la civilización y que el Derecho no debe tener otro límite que no se o científico y lo tecnológico: Se debe poder hacer todo lo que la ciencia y la técnica permiten. Ahora bien, si se puede hacer todo lo que es posible, se legitima, por esa vía, todos los abusos que se practicaran, con sello pseudo científico, en los campos de concentración nazis y no sólo.

También pretende justificar la norma a partir de una constatación empírica: la ley no puede dejar de admitir que las uniones de personas homosexuales tengan menores a su cargo porque, de hecho, ya hay algunos que los tienen. Son también realidad, desgraciadamente, muchos casos de pedofilia, de abusos de menores, de incestos, de violaciones, de violencia doméstica, etc. Pero el Derecho no los debe justificar, ni consentir, ni ignorar, sino castigar, precisamente en nombre de la dignidad humana que la ley natural a todos, sin excepción, reconoce.

Al contrario de lo que pretende hacer creer, la ley natural no es la fuerza bruta y ciega de la naturaleza irracional: no es la razón de la fuerza, sino la fuerza de la razón. Es natural que un animal irracional actúe sólo en función de sus instintos, pero no sería natural que un ser racional procediese de esenismo modo: que un perro satisfaga sus necesidades primarias en a vía pública es natural, pero en cambio no lo sería para un ciudadano.

El orden moral, expresado en la ley natural, no incapacita ni oprime, antes bien eleva y sublima, porque manifiesta la excelencia de la condición humana, en la lógica exigencia del bien común y de la justicia social. Es por eso que todos los regímenes totalitarios son contrarios a los derechos humanos –otro sinónimo de la ley natural- porque su reconocimiento implica un límite objetivo al ejercicio despótico del poder.

Revela alguna incoherencia que, a quien defiende un Derecho totalmente autónomo de las leyes de la naturaleza, entienda que el casamiento es de dos, o que la adopción es una relación intersubjetiva. ¿Con qué fundamento? Por supuesto, es la ley natural la que determina que el matrimonio se establece entre una mujer y un hombre y que cualquier criatura debe tener un padre y una madre, naturales o adoptivos. Por tanto, excluida esa razón natural, debería ser permitido el matrimonio a tres, cuatro, cinco o más personas, eventualmente también jurídicas, sin excluir a los animales, con los cuales hay ya quien tenga una muy intensa relación amorosa.

Lo mismo puede decirse en relación a la adopción. ¿Por qué razón una sociedad anónima, un grupo folclórico o una fundación no pueden adoptar? ¿La exigencia legal de que los adoptantes sean personas singulares no revela una insoportable sumisión del Derecho a las abominables leyes de la naturaleza? ¡Emancípese entonces el Derecho de esa servidumbre y sean los casamientos y las adopciones aquello que cada cual quiere que sea!

Lo que se pretende con el nuevo régimen de la coadopción y otras formas legislativas del mismo tenor, no es un Derecho más moderno ni más científico sino al contrario, un Derecho menos justo, por ser menos lógico y menos natural.

Más inhumano, desgraciadamente





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