P. Gonçalo Portocarrero de Almada
no PÚBLICO (Domingo,
dia 14-4-2013):
Hay quien piensa que a Iglesia tiene un problema con las mujeres. El tópico, que no llega siquiera a un argumento, era recurrente en la voz de las feministas del 68, que hoy son, por cierto, muy respetables abuelas. Sin embargo, como el prejuicio persiste, merece algunas consideraciones sumarias.
Hay quien piensa que a Iglesia tiene un problema con las mujeres. El tópico, que no llega siquiera a un argumento, era recurrente en la voz de las feministas del 68, que hoy son, por cierto, muy respetables abuelas. Sin embargo, como el prejuicio persiste, merece algunas consideraciones sumarias.
Desde los principios del Cristianismo, mujeres y hombres gozan de la misma
dignidad. La distinción funcional no excluye esta igualdad fundamental de todos
los fieles porque, como enseña el Concilio vaticano II, todos somos llamados a
la perfección de vida cristiana. Lucas enaltece a la Madre de Jesús y aclara
que, a la par del grupo masculino de los doce apóstoles, también un conjunto de
mujeres seguía al Maestro, con igual dedicación. No extraña, por tanto, que los
relatos bíblicos de la Resurrección de Cristo tengan como protagonistas a las
mujeres. De hecho María Magdalena se
anticipó a todos en el anuncio del resucitado, hasta fue denominada “apóstol(a)
de los apóstoles”.
En la Iglesia, desde
siempre fue así. Son mujeres las superioras de los conventos y de las órdenes
femeninas, sin ingerencia de ningún poder masculino, salvo el del Papa, a quien
todos los católicos, sean hombres o mujeres, están sujetos. Hasta hubo abadesas
que fueron
El movimiento creado por Chiara es incluso un caso de saludable feminismo cristiano: aunque es mixto, sólo las mujeres pueden llegar a la presidencia. Sería un caso para decir que la Iglesia tiene un problema con sus fieles de sexo masculino, ya que nunca podrán ascender a la cima de esa meritoria organización…
Sobre la cuestión de la
mujer en la Iglesia, como otras análogas, considérese un aspecto hacia el cual
el Papa Francisco ha llamado la atención y va mucho más allá del pormenor, de lavar los pies a dos adolescentes: la
necesidad de entender la Iglesia como servicio y no como poder. Quien ve aún a
la Iglesia como un poder, no puede asimilar
que, para un cristiano coherente, sea hombre o mujer, lo único que importa es
el servicio y que, al efecto, tanto da la condición masculina como femenina,
ser lego o sacerdote, vivir la vida contemplativa o ser religioso o ciudadano
del mundo.
Decididamente, no es la Iglesia quien tiene un problema con las mujeres, sino algunas mujeres las que tienen un problema con la Iglesia. Unas cuantas –María de Nazaret, María Magdalena, Isabel de Portugal, Alexandrina de Balazar, Joana Beretta Mola, Teresa de Calcuta, Chiara Lubich, etc.- lo resolvieron. Otras, por lo visto, aún no, pero están a tiempo de hacerlo, como alguien dice de Teresa de Lisieux, el rostro de Cristo en la cara de una mujer.
Decididamente, no es la Iglesia quien tiene un problema con las mujeres, sino algunas mujeres las que tienen un problema con la Iglesia. Unas cuantas –María de Nazaret, María Magdalena, Isabel de Portugal, Alexandrina de Balazar, Joana Beretta Mola, Teresa de Calcuta, Chiara Lubich, etc.- lo resolvieron. Otras, por lo visto, aún no, pero están a tiempo de hacerlo, como alguien dice de Teresa de Lisieux, el rostro de Cristo en la cara de una mujer.
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