miércoles, 29 de enero de 2014

¿Tiene la Iglesia un problema con las mujeres?



P. Gonçalo Portocarrero de Almada
no PÚBLICO (Domingo, dia 14-4-2013):


Hay quien piensa que a Iglesia tiene un problema con las mujeres. El tópico, que no llega siquiera a un argumento, era recurrente en la voz de las feministas del 68, que hoy son, por cierto, muy respetables abuelas. Sin embargo, como el prejuicio persiste, merece algunas consideraciones sumarias.

Desde los principios del Cristianismo, mujeres y hombres gozan de la misma dignidad. La distinción funcional no excluye esta igualdad fundamental de todos los fieles porque, como enseña el Concilio vaticano II, todos somos llamados a la perfección de vida cristiana. Lucas enaltece a la Madre de Jesús y aclara que, a la par del grupo masculino de los doce apóstoles, también un conjunto de mujeres seguía al Maestro, con igual dedicación. No extraña, por tanto, que los relatos bíblicos de la Resurrección de Cristo tengan como protagonistas a las mujeres. De  hecho María Magdalena se anticipó a todos en el anuncio del resucitado, hasta fue denominada “apóstol(a) de los apóstoles”.

En la Iglesia, desde siempre fue así. Son mujeres las superioras de los conventos y de las órdenes femeninas, sin ingerencia de ningún poder masculino, salvo el del Papa, a quien todos los católicos, sean hombres o mujeres, están sujetos. Hasta hubo abadesas que fueron
tenidas  por preladas, porque ejercieron un poder casi episcopal. Las reinas cristianas, que lo fueron por derecho propio, ejercieron un poder en todo igual al de los reyes. Nótese que, en pleno siglo XXI, la mujer del monarca marroquí no sólo no reina sino que ni siquiera es reina, sólo es princesa y, como tl, inferior y subalterna a su augusto cónyuge. Pero esto no incomoda a las feministas, que parecen más interesadas en atacar a la Iglesia que en defender lo derechos de las mujeres de otras religiones.

No consta que la religiosa Beata Teresa de Calcuta, la lega C. Lubich, o la médica Santa Juana Beretta Mola, casada y madre de varios hijos, hubiesen tenido, por razón de su condición femenina, ningún problema con la Iglesia de su tiempo, que es el nuestro. Al contrario, más y mejor que muchos hombres, enriquecieron la institución eclesial con la alegría de sus vidas santas y, las dos primeras, también con el dinamismo de las entidades que crearon.

El movimiento creado por Chiara es incluso un caso de saludable feminismo cristiano: aunque es mixto, sólo las mujeres pueden llegar a la presidencia. Sería un caso para decir que la Iglesia tiene un problema con sus fieles de sexo masculino, ya que nunca podrán ascender a la cima de esa meritoria organización…
  
Sobre la cuestión de la mujer en la Iglesia, como otras análogas, considérese un aspecto hacia el cual el Papa Francisco ha llamado la atención y va mucho más allá del pormenor,  de lavar los pies a dos adolescentes: la necesidad de entender la Iglesia como servicio y no como poder. Quien ve aún a la Iglesia como un poder,  no puede asimilar que, para un cristiano coherente, sea hombre o mujer, lo único que importa es el servicio y que, al efecto, tanto da la condición masculina como femenina, ser lego o sacerdote, vivir la vida contemplativa o ser religioso o ciudadano del mundo.

Decididamente, no es la Iglesia quien tiene un problema con las mujeres, sino algunas mujeres las que tienen un problema con la Iglesia. Unas cuantas –María de Nazaret, María 
Magdalena, Isabel de Portugal, Alexandrina de Balazar, Joana Beretta Mola, Teresa de Calcuta, Chiara Lubich, etc.- lo resolvieron. Otras, por lo visto, aún no, pero están a tiempo de hacerlo, como alguien dice de Teresa de Lisieux, el rostro de Cristo en la cara de una mujer.





No hay comentarios:

Publicar un comentario