Hoy por fin creo que estoy en condiciones de dar una
explicación de por qué se han producido estos cambios en el blog, sobre todo
porque sólo tengo motivos de agradecimiento a lo mucho que he aprendido, tanto
de algunos compañeros como de las mismas personas que vienen a pedirnos ayuda.
Me explico.
Hace ya algunas semanas que interrumpí mi voluntariado, por
pura necesidad, desde luego, y tengo que confesar que, aunque no me encuentro
perdido del todo, sí se están removiendo en mi interior algunas cosillas que no
quería ver, y algunos recuerdos.
No había tenido tiempo suficiente para pararme a reflexionar
sobre mi vida y mi labor como voluntario. Llegué a ser voluntario para casi
todo… y claro, eso no hay cuerpo humano que lo resista, bueno, por lo menos el
mío, que ahora me pasa otra facturita complicada de resolver, y quizá un poco
larga. Dios dirá.
Pues ahora que por fuerza tengo que parar, y hacer un alto
incierto, es cuando comienzan a asaltarme algunas dudas, y para compensar esa
inquietud también me asaltan algunos recuerdos, que había bloqueado en cierto
modo. La sustitución tan brusca de mi trabajo como maestro, de un día para
otro, por la labor de voluntario, poco a
poco casi a tiempo completo, no me ha
permitido reflexionar en profundidad. Y yo soy de los que necesita un tiempo de
soledad y tranquilidad para reflexionar.
Bien, pues la primera conclusión a la que ha llegado mi
cerebro, dejándolo vagar libremente, es
que uno de los motivos de mi “cansancio”
se debe a lo difícil que resulta la labor en algunos equipos, los personalismos exagerados, que se
entiende menos entre cristianos, pero, es así, y ya se ha encargado el mismo
Papa Francisco de llamarnos seriamente la atención sobre este y otros vicios.
Pero esta conclusión vino inmediatamente seguida de un
recuerdo, mucho más gratificante para mí, a pesar de las dificultades que
encierra la labor de maestro: por lo
menos a los niños y jóvenes se les puede educar, aconsejar, y si se resisten,
están en su derecho como jóvenes a experimentar conductas que le lleven a la madurez; pero algunos
adultos están todavía en aquella fase testaruda, sin haber aprendido lo mejor
de la vida que es la convivencia, la tolerancia, la cooperación, la capacidad
de pedir perdón, y la disposición abierta y sincera, para buscar el bien de
todos, y de la Institución a la que sirve, la Iglesia en este caso.
Bueno, al menos he logrado despejar la primera incógnita, no
me cabe duda que pronto estará el camino otra vez despejado, y yo habré
recuperado las fuerzas que necesito para continuar, más cómodo y aliviado,
mejor preparado para mantenerme en servicio permanente hasta llegar a la meta
final.
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