sábado, 11 de enero de 2014

Los sobrinos de Dios

Los sobrinos de Dios
GONÇALO PORTOCARRERO DE ALMADA 
08/01/2014 - 01:21

Hay católicos tan auténticos, tan buenos, tan buenos, que tratan a Dios de tío. De hecho, llamarlo padre supondría pasar a ser automáticamente hermano, o hermanos, de esa gente piesdescalzos y malolientes que va a Cova de Iría con manta y garrafón. Tratarlo de Señor  sería reconocerse de una condición  servil, que está muy bien para las criadas y para los chóferes, pero no es compatible con quien es, desde varias generaciones, gente de algo.

Los sobrinos de Dios gustan mucho de Jesús, porque él es superfantástico: anduvo sobre el mar e hizo montones de cosas hermosas. Gustan tanto de Él que hasta le perdonan que fuera carpintero, pormenor de gusto dudoso que tienen la caridad de omitir, siempre que, a la hora del té, hablan de ello. También tienen mucha devoción al Espíritu Santo: a la familia del Banco, claro, pues conocen  toda la Quinta de la Marina y un montón de sitios muy in, que todo el que es persona frecuenta.

Algunos fueron a Fátima a pie y descubrieron lo máximo. Llevaron unos tenis de marca, ropa deportiva q.b.e. un padre a la moda. Rezaron mucho, un tercio, quién sabe. El resto del tiempo fue de conversación, sobre todo a cortar un traje a unos cuantos nuevos ricos, un bocado de beatos, que también se integraron en la peregrinación (ahora, aquí para nosotros, más por fervor a los sobrinos de Dios que a Nuestra Señora; nótese que esto no es ser mala lengua, sino pura verdad, en serio)

Tienen inmenso gusto y casas estupendas. Cuando miran para un crucifijo en palo santo, con imagen de marfil e incrustaciones de plata, son capaces de recon0cer el estilo, probablemente indoeuropeo, identificar la punzada, con la certeza de un antiguo joyero de Corona, y la fecha, hasta porque, generalmente, es igualito a uno de la casa, o muy parecido al de la capilla de la quinta. Así no ven a Cristo, ni la corona de espinas, ni las llagas, que son cosas de menor importancia.

Detestan esas modernidades del abrazo de paz o de la iglesia de los pobres, y no es que tengan nada contra los pobres, solo recelo de dolencias contagiosas.
           
Tampoco son muy partidarios del señor prior, no del Papa Francisco, simplezas de más para sus gustos sofisticados. En cambio se derriten cuando se cruzan, en algún cocktail, exposición o concierto en el Gulbenkian, o en San Carlos, con alguien que los fascine por su glamur, por su cultura, por su inteligencia o poder porque, en realidad, el principal santo de su devoción es el príncipe de este mundo.

Una cosa aflige a los sobrinos de Dios: que el cielo, donde ya tienen el lugar reservado, estará igualmente, como se dice en el sermón de las bienaventuranzas, lleno de desarrapados.
1) Cualquier relación con la realidad no es coincidencia, sino un azar de los diablos.

Licenciado em Direito e doutorado em Filosofia. Vice-Presidente da Confederação Nacional das Associações de Família (CNAF)
 



1 comentario:

  1. Confieso que me ha sorpendido el contenido de este post, yo pensaba que este tipo de cristianos ya no existía. Pero si lo dice con tal rotundidad el p. Gonzalo no me cabe duda de que merece la pena que se les conozca. En cuanto a la ironía del autor es muy fina, no hacen falta palabras fuertes o ridiculizaciones.

    ResponderEliminar